Las campañas electorales concluirán en dos meses, pero ¿cuál será la visión de país que más votos tendrá?, ¿una de mayor control del gobierno sobre el comercio, laeconomía y la sociedad, o una más orientada a las libertades económicas y sociales?
Hace treinta años, casi nadie fuera del círculo del presidente Salinas veía las bondades para México de firmar un tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canáda. Su sobreventa como la panacea económica que nos llevaría al primer mundo en una generación se estrelló muy rápido con la realidad. El alzamiento zapatista de 1994, los asesinatos políticos de ese año y la crisis económica de final de sexenio, relegó muy rápido el discurso triunfalista de 1993.
Sin embargo, el TLCAN sobrevivió, se convirtió en el motor transformador de la economía del país y se estima que produce el 55% de nuestro producto interno bruto (CCE). Hoy sería inconcebible nuestra economía sin este instrumento de política pública que nos vincula de manera privilegiada con la economía más grande del mundo, algo que desea el 99% de los países del mundo.
Para que el TLCAN se firmara, los tres países acordaron cambiar en algo su diseño institucional. En el caso de México, crear entes públicos que mejoraran la gestión gubernamental y facilitaran las inversiones. Por ejemplo, así nacieron las comisiones de mejora regulatoria y de competencia económica y se impulsó el arbitraje como un mecanismo para resolver las controversias entre las inversiones, para que ningún tribunal de alguno de los tres países favoreciera de manera indebida a su gobierno o a una de sus empresas públicas o privadas. Dicho en términos futbolísticos, el objetivo era y es ofrecer cancha pareja a todos los jugadores, pero cada nación reservándose ciertos sectores de su economía, como el petróleo en el caso de México, por los motivos históricos que todos conocemos.
El tiempo pasó, el TLCAN se renegoció por presión del presidente Trump y el hoy T-MEC conserva la esencia del acuerdo comercial suscrito en 1993; incluyendo en esta nueva versión, por ejemplo, la promoción de la libertar sindical. Su revisión periódica garantiza que las nuevas inquietudes en los tres países se negocien y se lleguen acuerdos: abrir nuevos sectores, restringir previos, pero trabajar en conjunto, por una razón simple: un tercio del producto interno bruto mundial se generan entre México, Estados Unidos y Canadá y su PIB combinado se ha duplicado en los últimos diez años(The American Society of Mexico).
Claro, México tiene el gran pendiente resolver el país desigual y violento que hoy es, pero estos problemas no se van a resolver restringiendo el comercio o peleándonos con molinos de viento o enredándonos en conflictos innecesarios con nuestros socios comerciales y donde más connacionales viven y trabajan. Gane quien gane, el reto es y será cómo aprovechar el T-MEC para reducir nuestras desigualdades y pacificar al país.